Aún recuerdo el cabreo
No, más que cabreo, la ira. La ira que me iba entrando mientras escuchaba al cliente al otro lado del teléfono. Ira que estaba siendo mal disimulada en el tono de mi voz, mis compañeros empezaban a echar miradas de reojo y lo único que pude hacer al acabar de hablar por teléfono fue colgar como en las películas, con un golpe brutal el teléfono y soltar por mi boca a voz en grito “Qué hijo de pxxxxx!!!!”.
Mis compañeros empezaron a alucinar.
Mientras, yo seguía allí, cabreadísima como una mona como se suele decir, simplemente por una tontería… el cliente había cambiado las especificaciones de un desarrollo que nos estaba costando la vida y ¡le importaba una mierda!